martes, 29 de enero de 2008

Sweet Home


Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos". Friedrich Nietzsche.

Una buena tarde me senté en el sillón de mimbre de mi abuela y me puse a ver junto a mi madre, Doña Angélica, una de esa telenovelas venezolanas, donde siempre hay un protagonista masculino llamado Luis Fernando, Fauricio Eduardo, etc. Al principio no entendía ni un chuza, pero mi madre me iba informao, a modo de resumen, de cada historia. Vimos tres telenovelas seguiditas, y he llegao a la conclusión que todo es lo mismo, en todo lugar, un eterno retorno (cien años de soledad- García Marquez); siempre algunos dicen, eso pasa en el cine, en la tv, en los libros, en la imaginación de algún autor borde, ecétera, ecétera y ecétera; pero no, yo mismito puedo afirmar que no es tan así.
En este tiempo pasado mi vida estaba transcurriendo en un torbellino y sin vivirla. Estaba perdiendo tiempo en un vacío que cada momento iba aumentando de dimensión. Mi restaurante lo había abandonao, a mis amigos filibusteros, Los Zhapiros, los había dejao de frecuentar, mi familia en guerra fría conmigo y Amy vengativa, como toda mujer despechada, de amorios con su 'modelito'. Y yo, embelezao aeroplaneando en una nube libidinosa con Elena. Ya no soporté más, me estaba olvidando los valores exquisitos, todo lo que hacía que yo sea Sushi Harrison Puente, con los infiniticos principios que mis padres me habían enseñao desde muy carajito.

Perdón, se terminó la hora en el cyber-café, me tengo que ir (dicen que podrán más computadoras al término de febrero).

viernes, 11 de enero de 2008

Aunque no quiero que se note, se nota.




Es increíble lo impredecible que son los sucesos de la vida:
Cuando llegué desde Miami a Tortugas con la mujer de mi Hermano pensé que se desataría grandes caos, algo así como un tsunami que desvastaría la belleza de esta isla. Me imaginé con 50 puñaladas en mi pecho y mi cabeza cortada en 7 rodajas; a Elena amarrada con una soga en el cuello bajo la presión y rabia de un cuchillo tramotina brasilero portado por la mano derecha de José. Y a Amy llorando y clavándose la cruz de su cuello entre sus pechuguitas y lamentandose por el tanto amor que me dió en todos estos años. Pero gracias a la Divina Trinidad la mayoría de los sucesos fueron desafortunadamente afortunados.
José nos estuvo esperando, vestio de blanco y con una sonrisita resplandeciente. (Si supiera)
Mi padre me vió distinto, él me conoce demasiao y seguro que ya sospecha de mi lujurioso y nuevo amor. Mi madre no se las imagina.
Lo que si me ha llevao la desilución de mi ingrata vida es la sorpresa que Amy me dió, que se escapa de mi incierta lógica. En este tiempo pasao ella intento decirme algo, yo sabía, lo presentía porque su comportamiento era muy frígido y extraño conmigo. Ha resultao ser que Amy, mi Amy, la mujer que algún día juré que sería la madre de mis hijos está en amorio con otra persona, al menos por ahora. Ella a conocio a una chama que vino con una marca de ropas a hacer publicidad a esta desgracia de isla. Según me cuenta que fue amor a primera vista, algo más fuerte que su mente y no puede explicarmelo. La que me desplazó se llama Anastasia, tiene 25 años y es cierto la singular de su belleza, igual no entiendo porque hiere mis sentimientos contándome los detalles.
Siento una ambivalencia afectiva: por un lado soy felíz con mi nuevo amor, pero por otro Amy tocó mi ego, mi pija y mi corazón.