
Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos". Friedrich Nietzsche.
Una buena tarde me senté en el sillón de mimbre de mi abuela y me puse a ver junto a mi madre, Doña Angélica, una de esa telenovelas venezolanas, donde siempre hay un protagonista masculino llamado Luis Fernando, Fauricio Eduardo, etc. Al principio no entendía ni un chuza, pero mi madre me iba informao, a modo de resumen, de cada historia. Vimos tres telenovelas seguiditas, y he llegao a la conclusión que todo es lo mismo, en todo lugar, un eterno retorno (cien años de soledad- García Marquez); siempre algunos dicen, eso pasa en el cine, en la tv, en los libros, en la imaginación de algún autor borde, ecétera, ecétera y ecétera; pero no, yo mismito puedo afirmar que no es tan así.
En este tiempo pasado mi vida estaba transcurriendo en un torbellino y sin vivirla. Estaba perdiendo tiempo en un vacío que cada momento iba aumentando de dimensión. Mi restaurante lo había abandonao, a mis amigos filibusteros, Los Zhapiros, los había dejao de frecuentar, mi familia en guerra fría conmigo y Amy vengativa, como toda mujer despechada, de amorios con su 'modelito'. Y yo, embelezao aeroplaneando en una nube libidinosa con Elena. Ya no soporté más, me estaba olvidando los valores exquisitos, todo lo que hacía que yo sea Sushi Harrison Puente, con los infiniticos principios que mis padres me habían enseñao desde muy carajito.
Perdón, se terminó la hora en el cyber-café, me tengo que ir (dicen que podrán más computadoras al término de febrero).